lunes, 26 de julio de 2010

Ditirambo Psicodramatico


Por: Carolina Pavlovsky.
Publicado en la Revista Lo Grupal 8, Editorial Búsqueda, marzo de 2008.


Deseo llamar la atención acerca de cuestiones que atañen al  complejo y fascinante ejercicio de la dirección en psicodrama, en los múltiples quehaceres en los que se realiza.

La práctica del psicodrama supone una concepción del acontecimiento, de la categoría de encuentro, régimen de tiempos no cronológicos;  de lo teatral en sus fases primeras en su devenir dionisiaco, donde la espontaneidad y la improvisación juegan el papel principal: motor de lo teatral. Es el ditirambo nietzschiano, agujero negro de la creatividad, anhelo de anhelos, esa voluntad de ser Zaratustra, voluntad de crear, crueldad de transformar: hay algo de rituales dionisíacos, de intensidades inéditas: “romped las viejas tablas, vosotros, los hombres del conocimiento...!”  (Nietzsche) ; angustia ineludible de la creatividad humana.

Se trata de más ni menos que de la materia dramática, o sea de las acciones y pasiones entre cuerpos. Las singularidades resuenan, se recaptan entre sí, cruzan el umbral hacia otros devenires.

Dirigir en psicodrama por esto, no es una práctica neutra sino plena de problemáticas a desplegar. Desplegar no es desentrañar. No sacar las entrañas a nada, sino sobre volar, sobrevolar la herida... Crear es traicionar, hay que desaparecer, devenir desconocido, perder el rostro. Se es con mucho. Un humilde anfitrión del juego.

No es una práctica neutra en cuanto a su lugar en relació con las constelaciones del saber y del poder. La responsabilidad social de todo agente clínico ya lo destacaba J. Moreno -creador del psicodrama- por estar sujeto a múltiples transferencias sociales, institucionales, políticas, económicas. Sujeto a múltiples atravesamientos de los cuales es básica la máxima conciencia que se tenga de ellos. Máximo coeficiente de transversalidad. Entrenarse Cuerpo Sin Órganos. Micropolíticas.

Todo esto atañe a la cuestión del psicodrama y a la función que cumple allí la dirección como intervención CLÍNICA. Hablamos de una CLÍNICA AMPLIADA. Clínica que abandone sus refugios sedentarios para animarse a transitar por la incapturable creación de la producción deseante. Las formas sociales en las que estamos sumergidos hoy  ya no responden a determinismos estructurales, no se dejan capturar por la causalidad que desencadena una estructura. Seguramente estemos asistiendo a órdenes rizomáticos de funcionamiento, sino también al surgimiento de una ética y de una estética rizomáticas.

Hay un devenir subjetivo en la dirección, que supone afectarse con la textura de la trama dramática, dejarse ser parte del cuadro, devenir escenario como puro acontecimiento, ser una pincelada en la tela, ser puro color, hacerse objeto y partícula de objeto. Dejarse mixturizar , los “entres”. “Qué  os dice vuestro cuerpo sobre vuestra alma? Hay que tornarse océano” (Nietzsche).

 La dirección de una escena psicodramática propone el difícil ejercicio de entrar y salir, cambiar los ángulos de enfoque, captaciones molares, captaciones moleculares. No se trata de “mirar desde adentro” alusión equívoca al sesgo contratransferencial de la implicancia deseante del director. Hay que entrenar una dirección que sepa tolerar los balbuceos, las metamorfosis que transcurren en las superficies de las proposiciones y las palabras, que sepa tolerar los sonidos de los objetos cuando hablan, el silencio ensordecedor de los cuerpos cuando vibran.

Aceptar y  propiciar un intercambio atento de la escena protagónica,  a la dimensión grupal y viceversa. Tener “cintura” para  percibir ambos focos.

Cuando los integrantes del grupo se afectan con la escena y participan emocionalmente: cuanto más se “abre” una escena protagónica, un discurso monocular, a las resonancias grupales  -ya sea a partir de la multiplicación dramática, ya sea por el interjuego de lineas a trabajar entre los planos individual y el grupal entre las resonancias más sutiles que acontecen-  más multiplicidad de sentido se creará.

En cuanto a la cuestión de la dirección, citemos s Nietzsche::”Quien aspire a la gloria debe despedirse a tiempo de los honores y ejercer el arte difícil de- marcharse a tiempo”. Insistimos en la importancia de la percepción que se tiene de nuestra implicancia en relación con el poder. Y en relación por lo tanto, del uso y definición del concepto de transferencia . Poder devenir molecular en los momentos de máxima necesidad de rostridad., supone poner bajo la mira de nuestro análisis nuestros más cobardes atajos narcisistas.”También el trono se asienta en el fango”(Nietzsche). Esta es una dedicación que requiere suficientes estructuras de demora, no es un camino fácil. Tampoco nos sirve ampararnos en estilos aprendidos, debemos crear el nuestro. Nuestro estilo, con sus torpezas, y sus encantos.”Para ser dueño de mí tengo que estar desprevenido.” (Nietzsche).

El director de escenas en psicodrama no está libre del goce del estéta. El artista improvisador debe animarse, subir la pendiente, como dice Moreno. Lejos de gestiones de higiene científica Moreno convierte su inducción, su carisma, su presencia  en eje principal de su método.

 Pero no hablamos de una estética preconcebida, sino de lo más impersonal, lo más instantáneo, lo más inhumano, que es lo que caracteriza a las obras de arte, con sus rasgos de extrañeza, liquidez, instantaneidad, inhumanidad... Dice Ionesco: ”La creación supone una libertad total, se trata de un proceso diferente al del pensamiento conceptual. Hay dos tipos de conocimiento: el conocimiento lógico y el conocimiento estético, intuitivo, “hacer cuerpo CON la escena.” “Nada de una conversación, sino una conspiración, un arrebato de amor o de odio”. No nos queda otra salida, dice Deleuze, que agenciar entre los agenciamientos, cuando se dirige. ”Experimentad”.

El ritmo de las escenas. Sus ritmos, sus arritmias,y el ritmo del director; hay un “entre la escena”, el protagonista, el director, un diálogo de cuerpos, con sus distancias, sus pausas, sus silencios, sus exabruptos. He aquí la crueldad de la dirección, su efectuación, su marca, su intervención precisa y multiplicadora.

Hay que forzar al pensamiento, convertirlo en un punto de alucinación, una experimentación que lo violenta.

La escena como acontecimiento, como agenciamiento, siempre colectivo, de multiplicidades, territorios, devenires, afectos.

Se trata de crueldad en tanto hay que hacer que el encuentro penetre las relaciones y los cuerpos, lo corrompa todo, mine el ser, lo haga bascular.

Romper los binarismos en la dirección misma: ésto o ésto otro? ¿es ésta o la latente, la susodicha escena del secretito edipiano? Dirigir pensando la conjunción Y con la complejidad de un recurso técnico. Hacer un uso de los verbos en INFINITIVO. No los sujetos de los enunciados, ni los núcleos de los predicados, sino acciones entre cuerpos. Aprender a huir sin apenas uno moverse.Hay una voluntad no interpretativa sino lúdica, voluntad de PODER jugar, devenir, imaginar. Voluntad de poner el cuerpo, oponerle el cuerpo a los obstáculos, hacerlos bailar con nuestra propia danza, ver qué líneas pasan, y por dónde  más que porqué.

Escapar al rostro: las líneas más difíciles de sostener,el devenir sobrio, devenir imperceptible. Ya decíamos que cuestionar la rostridad es un movimiento que involucra toda nuestra subjetividad. Por esto no es una crítica neutral.

El estar MOLECULAR puede sentirse como puro caos, caos grupal, caos en el cuerpo. Pero hay una danza  que se crea allí, que se recrea constantemente mientras dura el encuentro entre el equilibrista,  la cuerda,  el espacio, el público, individuaciones  no totalizadas.

Nosotros nos hemos planteado la cuestión de la CREATIVIDAD en la dirección de escenas, la escena en tanto fragmento caleidoscópico, no como argumento cerrado. La función imaginante, la concepción dramática como visión y modo de intervención en la dirección.

La capacidad de juego del director en psicodrama incide básicamente en la función estratégica de acompañamiento psicocorporal. Nos recuerda la homología que hace Moreno del director con la antigua función del chamán. Como precedente del “sanador” terapéutico. No es casual que ambas prácticas dependan de un despliegue ritual.

Hay una resistencia del director de escenas: nuestras fobias narcicistas: tenemos fobia a ser el anónimo pero también el anómalo.

Hay que ejercitar una CONTRAEFECTUACION  agorafóbica.  Se trata de deconstruir una arquitectura de  miedos contra lo nuevo lo que deviene desorden, anomalía más que enfermedad. La enfermedad es puro resentimiento, para Nietzsche. La anomalía es transgresíon de códigos.

La escena, como el acontecimiento no se agota en su mera efectuación, hay una suerte de “cumplimiento que no logra realizar, un devenir que no cesa de alcanzarnos y a la vez de precedernos”.  Contraefectuar el acontecimiento, con  nuestro cuerpo sin órganos.

La escena como agenciamiento es una multiplicidad de elementos heterogéneos, hay en la escena más que relaciones, bodas contra natura deleuzianas, encuentros no siempre recíprocos que se afectan entre sí.

Lo que todo director de escenas debe tener en cuenta es que no es lo mismo el RECUERDO RELATADO que la ACCIÓN DE LOS CUERPOS en estado de espontaneidad.

La resistencia  a dramatizar tiene que ver con que problemas privados son tratados en público, “ propiedades psicológicas privadas, experiencias del carácter más íntimo.. .esta pérdida de todo lo que la individualidad implicaba no puede efectuarse sin lucha; se le pide al individuo que sacrifique su espléndido aislamiento, pero no está seguro que el psicodrama pueda restituirle su inversión.”  (Moreno).

Aquí entra la diversidad grupal como instrumento de restitución.

Finalmente destacamos la importancia de  la CREATIVIDAD del psicodramatista y de todo agente clínico en última instancia.

“... del mundo de la locura hay que aprender a entrar y salir.
Sin introducirse en la locura no hay creatividad. Sin creatividad uno se burocratiza –se torna hombre concreto. Repite palabras de otro (E. Pavlovsky)

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